La vida entera

Necesito descansar. De febrero a aquí no he parado. Y este fin de semana necesito relajarme, desconectarme y, claro está, descansar. El 1 de septiembre empiezo como maestro y hasta entonces tengo pensado hacer muchas cosas. Pero o paro estos tres días, o iré durmiéndome por los rincones lo que me queda de año. De hecho, si no hubiese quedado esta noche ya, pasaría en casa todo el fin de semana. Es algo que me gusta. Y es algo que, conforme pasan los años, disfruto más. Una vida perfecta se me plantea como una casa, un trabajo, libros y café. Me encantan las tardes de silencio leyendo, haciendo café, bebiendo, una ducha, seguir leyendo. Lo único a exigir es que la casa tenga balcón.

No obstante, y aunque me encanta salir y perder el tiempo tomando algo, merendando, y debatiendo sobre cuestiones tan banales como el destino del pop internacional, no me cuesta quedarme en casa. Y menos con obras maestras que repentinamente llegan a tus manos (estaba dando una vuelta por MediaMarkt, haciendo tiempo, vi la sección de libros y, entre mierda de la buena -de esa que estoy leyendo compulsivamente este verano y hablaré otro día-, apareció ese título maravilloso y esa portada tan emotiva). Ayer, después de leer fragmentos por internet y estar cada vez más interesado, lo compré. Y, ahora, espero un fin de semana tranquilo en su lectura. Voy a desaparecer del mundo hasta llegar al punto final.