He visto cientos de comentarios en montones de páginas en los que gente reclamaba el injusto segundo plano que a nivel mediático estaban teniendo los muertos en Noruega, frente a la primera plana de la muerte de Amy Winehouse. Como si más muertes en otro sitio hiciesen la suya menos triste.
He leído otro puñado de comentarios que ella se lo ha buscado. Y qué si es cierto. ¿No lo hace algo todavía peor?
Tampoco me gusta que se la vaya a recordar como una del Club de los 27. Me da asco que, como ocurre con Kurt, Janis o Jimmy, vaya a ser un icono de la autodestrucción, a reivindicar por todos aquellos que, fans de Bukowski y Keruac, inmaduramente pensando que hacen así algo intenso de su vida, se metan de todo, se reivindiquen como un estilo de vida a llevar, digno de los más grandes. Poetas de mierda, cantantes de mierda, artistas de mierda. Me da asco ya tanta postmodernidad. Me da asco que se ensalce, por encima del producto artistico, un estilo de vida tan triste. He seguido a Amy, desde que empezó, incansablemente. Y, si hay algo que ha estado pidiendo a gritos (lean sus canciones y no se queden con la metáfora fácil) ha sido que le enseñasen a vivir. Le ha gritado a todo el mundo que no sabía asumir su vida, que no sabía priorizar, ni establecerse unos patrones de conducta. Que casi no sabía quien era, porque no le habían dejado que fuese quien ella quiso ser. Ella quería. Ella quería querer. Y se moría por vivir.
El mito, ahora, dirá que se destruyó, que esa fue su forma de enfrentarse a la vida. El mito debería decir que le ayudamos a destruirse. El mito debería decir: quería la vida; pero no supo cómo.
Por lo demás, no voy a decir más cosas.
Una vez tuve entradas para verla y decidí quedarme tirado en un parque con la persona que quería en ese momento. Con la persona que más he querido. Fue justo ayer cuando, después de años, y de destrucción (si los putos modernos de mierda se topasen con ella sin buscarla, se dejarían de tantas gilipolleces) personal, puse el punto final. Y fue a las horas que Amy murió. Aquél día del parque empecé a escribir un poema que acabé titulando Back to black. Es lo único que hoy me queda. Y, agradeciendo a Amy tanto, aquí lo dejo.
BACK TO BLACK
Sobre tu cuerpo en la hierba,
a briznas la entrada entre mis manos,
a ramas las horas de espera, revuelven,
mientras vuelve a morir la tarde
y tus dedos prolongan cosquillas
kamikazes por mis palmas.
La fila nerviosa lapida la decisión,
los dígitos de nuestras cuentas
se ríen de nosotros.
Preferir la tarde, suicida cada día,
porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo,
pensar que cuando muera no la podremos ver,
mientras tu lengua destroza a Amy en mi oído.
Preferirte a la muerte,
nuestra gloria inhábil,
y sentirnos poderosos.
Sin embargo, pienso recordarla SIEMPRE así:
2 comentarios:
Muy chulo el post, muy triste... Me acuerdo ahora del poema de Cavafis, El Dios abandona a Antonio
http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/euro/cavafis/diosaban.htm
un abrazo Alberto!
Muy triste, Miguel. Pero por lo menos nosotros hoy hemos tenido una buena noticia.
:)
¡Un abrazo!
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