Ya lo sabéis.
Dijimos:
nos gustan los padres.
Nos gustó que nuestros padres
acondicionasen las estancias;
el útero, un piso, creced y multiplicaos.
Un poco lo de siempre.
De la boca, el mito.
Eso es
lo que nos gustaba en realidad.
Sin embargo luego,
ya sabéis:
siempre viene luego.
Jamás agradecimos ni ofertamos nuestra ayuda,
jamás llamamos Layo,
en nuestra defensa,
a tanto exceso de amor.
Restituiríamos, nos decís,
la quema pública de inversiones,
celebraríamos fiestas para que el mundo se formase;
destruyéndoos, si hace falta,
derribándonos en ruinas:
Eteocles y Polinices privándoos del descanso,
porque vosotros, cuando no es cierto
siempre nos creéis.
Lo sabemos, lo habéis dicho:
Somos, a vuestros ojos,
descencencia anegada,
y también somos manglares;
somos nidos, juiciosos cuervos
herederos de Yocasta. Y, por eso,
hemos venido a pedir.
Exigimos ahora que dejéis de definirnos
-sobreprotección, burbujas-
y que se nos permita preguntar:
¿dónde divergen el amor y la economía,
dónde declina el deber a la educación?
Escuchad cómo gritáis
esta juventud es tan valiente.
Escuchad cómo pensáis
¡no tanto como Edipo!.
Sentaos. Tenéis que descansar:
el viaje ha sido largo
y necesitáis pacer en calma
aunque en nuestros lomos caribeños
alianzas con Caronte
esperéis que os ratifiquen.
No nos habéis confiado nada.
¡Ya nos hemos dado cuenta!
Sin embargo, vamos a jurar
que no volveremos a fallaros,
que construiremos templos y acataremos la palabra
y que la banda y nuestras manos
profetizarán al compás.
Tomaos un descanso:
ya podéis estar tranquilos
porque nosotros hemos
aprendido la lección.
Nada de fiarse. Tampoco amar a nadie.
Ahora ya lo sabemos.
Hemos venido aquí
para cumplir expectativas:
solos
vamos
-los metales, son de fiesta-
a empezar a hacer dinero.
0 comentarios:
Publicar un comentario