(Ayer este poema tenía un aspecto muy diferente. El mismo que llevaba meses teniendo. Tras una noche de poco dormir y una mañana pegado a la pantalla, creo que he dado con el poema definitivo. Lo que buscaba. No se me asusten.)
LA TIERRA
Antes del abandono
quise
enclaustrarme del espanto
en la hacienda.
Allí donde las raíces se condenaban contra el muro,
él me advertía:
las mismas atrocidades en beneficio del amor
cometen los hombres tras la tapia.
Ahorraba en la labranza
y teorizaba de rodillas, engendraba
–dijo: como hice con vosotros-:
dime que no crees, dime,
que miras el riego y nada esperas.
A la altura de un manzano
las manos de mi padre,
por serviles siempre, resultaban fangosas:
custodiaba penitente
-lo he aprendido de Jesús-
su esperanza en mí, surcos yermos de hortalizas.
Tan serviles eran, que en su bondad me exigían,
y aún me exigen
hoy
la creencia en este patio:
padre, digo
y le pido que no se vuelva,
y le pido que no se vuelva,
pero es que no he venido
para hablar de Europa.
para hablar de Europa.
Ahora planta,
poda, riega también:
siempre quiso que yo formase parte.
Así que una vez he vuelto
-y evaluado nuestro espacio-
sé
que él me quiere y yo,
sin embargo.
No puedo confiarme a la tierra.
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