Esta esperanza yo no la he buscado. Roberto Bolaño

Romper el silencio

Empezar el año desde tres perspectivas:


1. IMAGEN Y SONIDO



2. LA REFLEXIÓN DE LA PALABRA

Quizá recuerden el destierro de la mujer que, ante la calumnia malintencionada de la familia de su marido, lamenta vivirse así, tan sola. Aquí, trece o catorce siglos después de aquel poema, no existe la elegía. En La hija del cazador, el bosque, que es lugar común en ambos, resulta distinto por el deseo de llegar a él, aunque la elección flaquee: Optó por el sí, y ahora se apaga. Huir al bosque es desprenderse del origen, supone que la hija, la niña rara, ya no sea parte de nadie y el destierro la fuerce a definirse. El aislamiento como anticipo de la socialización. La fragilidad de la educación adquirida, y, con ello, de la propia naturaleza humana y el sistema sobre el que ésta se desarrolla (Un hombre no es más que un hombre), invita a la hija a reconstruirse en el hábito. Nutre el conjunto de poemas la misma pregunta: ¿ser hija, mujer o madre? ¿Cómo legitimar el yo si socialmente se es nosotros? El equilibrio entre dar la espalda a la tradición y preservarla (Amar al padre, respetar al padre) porque, pese a la duda y el rechazo de reconocerse en aquello de lo que se huye y precede, se termina siendo imagen y semejanza de quien educó y, por ello, de quien enseñó a ser. De quien, en definitiva, hizo ser.
Afirmar no es fácil. Sería peor / no hablar. Definir(se) y precisar(se) no son aquí limitarse, sino anticipo de expansión, antesala de la libertad.
Es el libro de Pilar Adón, cuidado por La Bella Varsovia, la historia de quien habla con reposo, firme, cuando no es fácil sentir templanza ante el desconocimiento. Ante uno mismo en la supervivencia.
Es esta una consciencia de madurez, entendida como un lugar ameno, la quietud en el horror, pese al frío y la intemperie.

(Para Nayagua, sobre La hija del cazador de Pilar Adón)


3. LA PALABRA

Intenta alabar al mundo herido.
Recuerda los largos días de junio,
fresas silvestres, gotas rosadas de vino.
Los hierbajos que metódicamente invadían
las casas abandonadas de los desterrados.
Debes alabar al mundo herido.
Mirabas yates y barcos,
uno de ellos tenía que emprender un largo viaje,
al otro le aguardaba sólo la salobre nada.
Veías refugiados caminar hacia ninguna parte,
oías a los verdugos cantar
alegremente.
Deberías alabar al mundo herido.
Recuerda aquellos momentos, en la habitación blanca,
cuando estabais juntos y el visillo se movía.
Vuelve con la mente al concierto, cuando estalló
la música,
Recogías bellotas en el parque en otoño
y las hojas sobrevolaban girando las cicatrices de la tierra.
Alaba al mundo herido
y la pluma gris perdida por un mirlo,
y la luz delicada que vaga y desaparece
y regresa.
Adam Zagajewski

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