Esta esperanza yo no la he buscado. Roberto Bolaño

Miedo

Tengo miedo.
Hoy tengo mucho miedo.


A los 15 años escribí esto sobre el amor y el cuerpo:

Fede vuelve de viaje. Ruido, tormenta. El caos se apodera de él. No estar preparado para irse lejos. No estar preparado para quedarse. Todo es sencillo. Todo resulta difícil. Vuelve a las calles, se adueña de la ciudad, huye de los lugares comunes, se introduce en su cuerpo. Resulta todo tan ñoño, todo lo que hace resulta tan espeluznantemente cursi. Oscar le espera. Se esperan. Esperan esperarse. No se miran, sólo se esperan. Se quieren y se hacen daño. Amar es como batir huevos. Qué fría y hortera resulta la sentencia de Alejandro, el primo de Ainhoa, amar es como batir huevos y no romper la yema. La historia avanza hasta el punto en que los secretos dejan de serlo y se vuelve todo una mierda, como perder a tus hijos, pensar con quién poder dejarlos o no poder tenerlos. Siempre hay alguien que quisiera estar en tu situación. Oscar tiene sida, con minúsculas. No le tiene miedo. Luego será cuando lleguen los porqués. Ni siquiera han conocido ningún cuarto oscuro en Zaragoza. Somos máquinas, mal construidas, y nos dejan de funcionar las piezas. Eso es todo.

Osé publicarlo a los 21 años en El universo femenino del esperma. Pido disculpas.

A los 20 años, unos meses antes de presentar lo anterior a un concurso, escribí esto:

Cuando tus manos se descamen sobre los botones de tu camisa
y sólo puedan ya, de entonces en adelante, descansar sobre tu pecho
en la posición exacta en que mamá las haya dejado,
se pudrirá entre mis entrañas la primera estrofa de la canción
que terminaba hablando de muertos predecesores en distintos campos de batalla.
Contribuiré a la escamación mutada de toda nuestra especie
exprimiéndome tanto como el limón que acompañará al Martini,
pero lo haré ajeno al escrutinio furtivo
de los que estarán fingiendo quererte mucho más de lo que lo haya hecho yo
durante toda mi vida.
Me expandiré por la habitación como un derrame de justicia
y seré setenta veces más grande que todos los que te hayan hecho llorar.
Seré Alberto Acerete escamándoles las entrañas,
secando tu estómago drenable,
drenando el pozo más seco que existe sobre la Tierra,
abriéndote en canal con mis alaridos como si fueses
un manual, papá,
cuando tus manos se estén volviendo escamas tan parcas como las cenizas o un pez
sobre los botones de tu camisa.


Hoy, sin embargo, todo lo que he sido capaz de decir es esto: tengo mucho miedo.

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Soy Alberto y soy muy humano, yo quiero a todo el mundo. Como Nati.