Hay una escena-capítulo, que ni siquiera tengo narrada todavía (sólo apuntes, varias hojas para ordenarme ideas), en la que Pablo, el protagonista de El hambre y los hijos, cuestiona a los restos de su madre muerta (a los últimos que han ido al pueblo a enterrar, en casa de los abuelos maternos) cuál es la naturaleza del cariño en un ambiente familiar, cuánto tiene que ver, en el amor de unos padres hacia un hijo, el cumplimiento de las expectativas que previamente han puesto en él, y cómo el descubrimiento de comportamientos que fueron censurados en sus juventudes, o de los que ellos mismos alguna vez sintieron vergüenza, influye y malogra la relación.
Escribo esto porque estaba viendo Volver (¿la décima, la undécima vez que lo hago?), aprovechando que la pasaban por TVE y es la única forma de hacer que en mi casa se vea a Almodóvar, y en una escena de la película he pensado: qué suerte encontrarse ante una segunda vida, en la que poder hablar y solventar los conflictos, porque el dolor y el conocimiento de un tiempo acabado, sobre el que nunca se podrá dar vuelta, han enseñado a priorizar argumentos y actitudes. El tiempo de no sentir orgullo porque no hay ante quien mostrarlo.
He pensado eso y sé que es algo que me interesa. Lo he apuntado (estoy apuntando aquí, así voy nutriendo las cosas que escribo: de manera fortuita), pero de otro modo: ¿cómo nos descubrimos, cómo nos aceptamos sabiendo que la posibilidad de arreglar las cosas ya no va a darse y encontramos, en un momento puntual, a modo de eje, que, aunque quien nos ha hecho sufrir también lo estaba, estábamos nosotros equivocados?
4 comentarios:
No me haga mucho caso. La familia es un buen invento pero nada asegura que funcione bien. El cariño y el amor no son naturales, son emanados de la cultura particular. No pidamos imposibles. Aguantemos como podamos las brechas, huecos y heridas si se dan porque casi nadie es culpable del todo. En mi vida, mis familiares y yo hemos hecho lo que hemos podido, nada más. Tristeza, sueños no cumplidos, alternativas que no se dieron inevitablemente. Azares y casualidades, muchas. Amarguras entre las que asoman pequeños destellos de lo que llaman felicidad, esa mala pécora que insistimos en perseguir sin saber lo que es. Ay, la familia, qué buen invento...si funcionase siempre.
Abrazos y ánimo con la novela.
Creo que el amor y cariño no se emanan de la cultura. Sí lo hacen los conceptos sobre los mismos. Pero el cariño y el amor tienen algo más que ver con la supervivencia, con el instinto propio de la especie, agradecida de la ayuda que unos individuos ofrecen a otros por el bien de la comunidad, de la especie.
Es el eterno conflicto de la tradición frente a la vanguardia.
Cuando hablo de cultura me refiero al aprendizaje en las relaciones humanas.La familia nuclear es uno más de los sistemas de parentesco. Hay múltiples y diferentes en nuestro planeta y cada uno encerrado en el suyo. Pueblos en los que los hijos son criados por parientes, los padres biológicos no sienten nada parecido a lo que creemos nosotros que es 'natural' y universal, y no son 'raros', son nosotros también.
No me lío más. Le recomiendo un manual: Martine Segalen, " Antropología histórica de la familia", Taurus. Se lee como una novela, apasionante. Los niños no existieron como personas hasta hace poco...(Philip Ariès, "El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen", Taurus, 1987).Y se pregunta Segalen: ¿Podemos medir la intensidad del amor? Quedo mudo. Queda esforzarse en no ser malote sin caer en Disney.
Mañana mismo voy a la librería. Eso es, precisamente, de lo intento hablar. Y de cómo situarnos. Y de cómo elegir. Gracias infinitas. Gracias. Gracias. Gracias miles por las referencias.
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