Contra lo salvaje

He vivido cientos de veces, se dice, la canción de abajo.

Esta es una historia de chico conoce a chico. Chico Uno no espera nada con Chico Dos. Chico Dos, que no se aclara consigo mismo, lo intenta con Chico Uno. Lo invita al cine. A ver The dark night. Chico Uno le dice que ya la ha visto, aunque es mentira. Chico Dos va hasta su casa, al día siguiente, para invitarlo a comer en la Expo de Zaragoza. Chico Uno está trabajando, por lo que Chico Dos no se encuentra a nadie.

A las semanas, Chico Uno y Chico Dos cenan entre amigos. Es raro cuando vuelven a casa de Chico Uno, que vive casi al lado y, de repente, al ir a despedirse, se abrazan, se miran a los ojos y acaban besándose. Es rara esa noche. Chico Uno duerme poco, pero se despierta feliz.

Entre sí y no, empiezan algo.

De repente, una tarde, el mejor amigo de Chico Dos llama a Chico Uno: por favor, sube a Huesca como puedas. Chico Dos ha intentado tirarse, sin conseguirlo, por la presa de Arguis. Chico Uno se queda destrozado. Chico dos no se atreve a mirar a Chico Uno. Imagínense.

A Chico Uno, estos días se lo recuerda una canción. Cree, a menudo, que la disposición geográfica a la hora de la educación determina la sensibilidad. Tiene una especie de concepción diatópica y diastrática del dolor.

Chico Dos, en menos de un mes, vuelve a intentarlo ante los ojos de Chico Uno.

A las dos semanas, mientras Chico Uno sube día a día a Huesca desde Zaragoza, para verlo, Chico Dos se pone oficialmente a salir con una chica.

Imagínense también el resto.

A Chico Uno, a veces, todavía sigue destrozándole aquéllo.

Dice Chico Uno que, si la canción de arriba hablase de Arguis en lugar de Riazor, sería su vida y no habría necesitado escribir un libro de poemas tan imperfecto e íntimo que no quiso corregir más y que acabó colgando en Internet, por si alguien sabía de qué estaba hablando, por si alguien le decía yo te entiendo. Libro que nunca se habría atrevido a defender en público.