"Recojo los papeles que puse ayer bajo las tuberías para pintarlas de gris. Vuelvo a dejarlos donde estaban. ¿Para qué quitarlos? ¿Por qué ese afán de terminar lo que se empieza? Dejar a medias... interrumpir. Bajo a la cocina y abro la nevera. Creo que debo cocinarme algo de arroz. Cuidar de mí. [...] Camino hacia la habitación, cierro las cortinas. Un lamento se perfila en mi tráquea. ¿Por qué no dejarlo salir? Me digo por qué no dejarlo salir. Como una culebra, se desliza entre mis labios. Es largo, muy largo, afilado. -¿Quién leerá lo que escribo? ¿Escribo lo que escribo para que alguien lo lea? ¿Lo escribiría para mí sola, a solas? No suelo hacer nada para mí sola. Pero ahora sí. Ahora quiero hacerlo... [...] La voluntad de espectadora me mantiene, en toda circunstancia, viva para poder decir, para poder decirme, para poder contarme como me cuento los sueños, el dolor de la carne o el de la memoria."
Este fragmento sale de una nota a pie de página en la primera página de Husos. Mi amiga Ana me ha hecho llegar una copia (fotocopia) de este libro que le ha enviado para mí Antonio E., comentarista anónimo de este blog. Desde aquí, todo mi agradecimiento. Digo ¡gracias! y pienso ¡qué grande! Aplazo la lectura hasta el martes, que terminaré esta rutina que no me deja el tiempo que Chantal siempre necesita. De nuevo, gracias: voy a aprender tanto.
2 comentarios:
Al revés y al envés:
mi agradecimiento permanente a los que, como Vd., añaden a este mundo a veces tan mediocre una dosis de belleza, compromiso y extrañamiento. Donde las dan las toman; de esos polvos, estos lodos; todo vuelve a un orden que no está aún perdido, un mundo tan a menudo cojitranco y tartamudo. Los poetas cuidan de nosotros, y se les ha de devolver, en forma de don, lo que nos dan a los simples espectadores: quid pro quo.
Abrazos.
Repito gracias, gracias y gracias.
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