me sirves tú. Maikel pinchaba
la pelota con los dedos. Laura
tiraba de las trenzas de Isabel.
La luz, como el dolor aún desconocido,
sobre las gafas que Mariano. Y
los límites de la palabra: llamó.
Mis nervios -sonrisa-
y su nombre, casi cualquier otro,
me hacían diferente a la pantalla.
Calma. Decoro. Sosiego. Entonces
bajé la persiana -más verdad
cuantos menos gritos-
y respondí.
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