Esta esperanza yo no la he buscado. Roberto Bolaño

El ojo más azul

Como si lo hubiésemos mantenido en secreto, no hubo caléndulas en el otoño de 1941. Pensamos, por entonces, que que no creciesen se debía a que Pecola iba a dar a luz a un hijo de su padre. Una pequeña inspección y mucha menos melancolía nos habrían demostrado que nuestras semillas no fueron las únicas en no germinar; las de nadie lo hicieron. Ni siquiera los jardines frente al lago mostraron caléndulas aquel año, pero tan preocupadas estábamos por la salud y la entrega segura del hijo de Pecola, que no podíamos pensar en nada que no fuese nuestra propia magia: si plantábamos las semillas y pronunciábamos sobre ellas las palabras adecuadas, florecerían y todo iría bien.
Pasó mucho tiempo antes de que mi hermana y yo nos reconociésemos que no había hierba que fuese a crecer de las semillas. Una vez lo supimos, la culpa solo se reveló a través de peleas y acusaciones mutuas sobre quién tenía esa culpa. Durante años pensé que mi hermana tenía razón: que había sido mía. Había plantado las semillas con demasiada profundidad en la tierra. Nunca nos había ocurrido a ninguna de las dos que la tierra pudiese ser, por sí misma, inflexible. Había plantado nuestras semillas en el pequeño terreno negro que era de nuestra propiedad. Nuestra inocencia y fe nunca fueron más productivas que el deseo de él, o que su desprecio. Lo que está claro ahora es que de toda aquella esperanza nuestra, de aquel miedo, aquel deseo, aquel amor y aquella pena, nada perdura excepto Pecola y la tierra inflexible. Cholly Breedlove está muerta, igual que nuestra inocencia. Las semillas se marchitaron y murieron; su bebé también.
No hay nada más que contar, excepto el por qué. Pero ya que el por qué es tan difícil de asimilar, uno debe buscar refugio en el cómo.

Toni Morrison. The bluest eye

No comprendo que existan libros de una potencia lírica tan arrolladora, con un argumento tan desolador, que no estén traducidos a nuestro idioma. Quizá, como puede ocurrir en la traducción que he dejado aquí arriba, la maestría narrativa quede mermada al trasladarse al nuestro si se compara con el idioma original. Que no exista, al menos, el intento y el riesgo me apena. Señores editores de este país: contraten la traducción y editen The bluest eye, de esta premio Nobel.

Ofrezco: Yo me embarco en la empresa, de forma gratuita y altruista, si no encuentran a nadie mejor.

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Soy Alberto y soy muy humano, yo quiero a todo el mundo. Como Nati.