Esta esperanza yo no la he buscado. Roberto Bolaño

Existir en condicional

Pienso muchas veces que la educación sentimental que recibimos, esa mendicidad de afectos en la que se nos cría, es una cuestión evolutiva. No-evolutiva, en realidad. Es decir: la escasa gratuidad que acompaña al amor (que normalmente deriva como consecuencia de nuestros actos, actos que han satisfecho a quien así los esperaba) supone el motor de la cohesión social. Demostrar amor-como-consecuencia implica que surja la necesidad de recibirlo.

Escribo para transformar lo perceptible. Escribo para entonar el sufrimiento. Pero también escribo para hacer menos incómodo y grosero este sillón de hospital. Para ser un hombre habitable (aunque sea por fantasmas) y, por ende, transitable: alguien útil a mamá. Mientras no esté abatido podré salir, negociar amistades, pedir que me hablen claro, comprar en la farmacia y contar bien el vuelto. Mientras pueda teclear podré darle forma a lo que desconozco y, así, ser más hombre. Porque escribo para volver al cuerpo de ella: escribo para volver a un idioma del que nací.

Somos en cuanto servimos al resto y nos desarrollamos en consecuencia al feedback que el grupo nos ofrece. Nuestro propio desarrollo se construye a través del de los demás. Nuestra identidad, de la que nos creemos poseedores, es sólo de los otros: queremos ser para el resto. Es más, no queremos, sino que necesitamos ser para el resto, porque sin ellos no existimos. (Querer ser es, de algún modo, una forma de conformarse.) Incluso el ser que sólo quiere ser para sí se construye en relación a un agente externo. Por tanto, nuestra identidad es la identidad de otros. Ser yo es ser el resto, porque es la consecuencia y parte de una causa. Nuestro yo, a lo sumo, se reduce a impulsos que responden a los que otros yoes son. La identidad es un impulso. ¿Puede, acaso, ser un impulso racional? ¿Puede, por ello, poseer? ¿Podemos ser nuestros o ser del resto?

Somos, eso sí lo tengo claro (y muchos otros antes que yo), una construcción social. Social, aclaro, que solo designa grupo. Construcción: una cadena secuenciada de impulsos.

¿Qué es ser? ¿Para qué nos sirve ante esta falsedad de pertenencia?

Mamá estaría orgullosa de saberlo, pues ella me brindó mis primeras y más sólidas lecciones de estilo. Me enseñó, por ejemplo, que una ficción solo es honesta cuando mantiene su lógica en la materialidad del discurso: ella mintiendo a los vecinos sobre su origen y su oficio con un vocabulario exquisito, incomparable al del resto de las mujeres del barrio, imposible de imaginar en la voz de una prostituta que no cursó más de dos años de escuela elemental. En la adolescencia me hizo leer el Manual de Carreño y, enseguida, La canción del verdugo. Ella había subrayado en este último un pasaje que describía a un presidiario cuya curiosa habilidad consistía en plegar elásticamente su cuello y su cabeza sobre el torso para chupar su propia verga.
Me permitió intuir que los sentimientos profundos no admiten distinciones tajantes entre soportes sublimes y banales, y que esta incómoda condición de la belleza será siempre cínicamente usufructada por diletantes y burócratas del gusto: es fácil manipular a los cursis semicultos con un par de yambos famélicos, y en cambio todos nos avergonzamos de la ignorancia, esa noche oscura del habla.

Julián Herbert. Canción de tumba


Pienso que el amor (más allá de la falacia del ser, de la identidad, de la pertenencia) nos involuciona. Dependernos es cohesión. La cohesión necesita establecer y agarrarse a patrones; patrones que, por otro lado, siempre existen. Por ejemplo: el feminismo radical antagonizando el patriarcado. O: tú haciendo exactamente lo contrario a lo que han dicho tus padres.
Esos patrones son los impulsos causa-consecuencia de los que hablo, porque nuestro impulso es cuestión de los demás y consecuencia de los impulsos ajenos. Establecer el desarrollo de una especie en los tira-y-aflojas educativos (sentimentales, culturales...) que ésta se fuerza a sí misma, la estanca. El antropocentrismo, entendido tan mal, es contraproducente.

El ser humano, os digo y termino ya, por ser construcción es, después de todo, no-Naturaleza. Y el hábito, ¿qué?

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Soy Alberto y soy muy humano, yo quiero a todo el mundo. Como Nati.