Esta esperanza yo no la he buscado. Roberto Bolaño

Si Pedrosa me viera bordando

La primera vez que me dejaron, dos libros cayeron en mi poder. Yo era adolescente, yo casi todavía no era. Yo era sólo para mí. Llegó Nada de Carmen Laforet y llegó Mariana Pineda de Lorca. Fue la primera vez que sentí vergüenza al reconocerme exacto, como en el fragmento que voy a copiar después. Y me sentí, por primera vez, comprendido. La magnitud de ese dolor que te degrada, aunque no fuese apenas comparado con el que vendría.

"Ahora, viendo las cosas a distancia, me pregunto cómo se puede alcanzar tal capacidad de humillación, cómo podemos enfermar así, cómo en los sentidos humanos cabe una tan grande cantidad de placer en el dolor… Porque yo estuve enferma. Yo he tenido fiebre. Yo no he podido levantarme de la cama en algún tiempo, así era el veneno, la obsesión que me llenaba... ¿Y dice usted si conozco a Román? Lo he repasado en todos sus rincones, en todos sus pliegues durante días infinitos, solitarios... Mi padre estaba alarmado. Hizo averiguaciones, la criada habló de mis manías. ¿Y ese dolor de ser descubierta, destapada hasta los rincones más íntimos? Dolor como si arrancaran a tiras nuestra piel para ver la red de venas palpitando entre los músculos."
Carmen Laforet. Nada
Fue años después cuando en 365 días sólo pude acabar La campana de cristal de Sylvia Plath. Y cuando supe que hasta entonces la vida y su dolor no habían sido nada.
Cómo nuestro dolor es siempre más infrahumano. Cómo con el tiempo ni siquiera nos importa.
Pero esa es otra historia.
Ahora ya no soy así.

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Soy Alberto y soy muy humano, yo quiero a todo el mundo. Como Nati.